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2 de Enero 2005

LAS TRIBULACIONES DE TRES PEQUEÑOS MONSTRUOS EN MISA DE 13

Hoy he ido a misa con mis padres (Germán que te oigo) y he de reconocer que la Iglesia no es lo que era (si mi abuelo Franco levantase la cabeza)

En el banco de delante, situados de izquierda a derecha: carrito con niña de un año más o menos, madre de la niña, otra madre, niño pequeño de unos dos/tres años, niño mayor de unos cinco años, padre. Tres niños de menos de cinco años en un mismo banco son un mezcla difícilmente controlable (algo así como el Parlamento Vasco) así que, cinco minutos después de comenzada la misa han irrumpido los problemas, los dos niños han iniciado un conflicto cuasi-bélico por la posesión de un catalejo que tenía uno de ellos y los padres han decidido separarlos, acción gracias a la cual, el más pequeño de los dos ha descubierto a la niña en el carrito y se ha acercado para arrancarle con saña una muñeca con la que la niña jugaba plácidamente. La cria ha comenzado a llorar (claro no te jode) y la madre la ha sacado del carrito.

La madre del niño le ha alejado de la pequeña y este ha vuelto a caer junto a su hermano y (por lógica) el ansiado catalejo. El pequeño (que tenía un chichón en la frente, prueba inequívoca de que era el demonio vestido de infante) le ha empezado a tocar las pelotas al mayor (no literalmente claro) hasta que éste le ha metido una galleta entre pecho y espalda, el pequeño se ha puesto a llorar, la niña seguía llorando desde que la madre la sacó del carro y un niño que estaba dos filas más atrás ha decidido solidarizarse con sus compañeros de generación y por empatía ha empezado a soltar gritos y mocos.

Algunos minutos después los padres han conseguido calmarlos. Al mayor de los niños le han mandado una fila más adelante, con sus abuelos, le han quitado el catalejo y se lo han dado al pequeño, y la niña se ha quedado extasiada con un chupa chups que su madre se ha sacado del bolso. He aprovechado este inesperado remanso de paz y sosiego para mirar a mi madre y descubrirle la cara contraída por la risa y las lágrimas resbalándole por la mejilla, cuando he intentado averiguar que le pasaba me ha señalado su lado derecho… a nuestro lado, en el banco, una pareja de ancianos mira con odio a los pequeños protagonistas de nuestra historia, los ojos abiertos como platos, la vena de la frente apunto de estallar (como a Irenita con el niño Doraemon) la cara congestionada, roja como un tomate… no he podido evitar echarme a reir, lo que ha provocado una nueva carcajada en mi madre y un comentario de reprobación en la fila de atrás.

Mientras, los niños de delante seguían haciendo de las suyas, el mayor exigió al abuelo que le subiese al banco, el pequeño entraba y salía hacia el pasillo y la niña se había arrancado el lazo de la cabeza. Sin lazo ni chupa chups, la histérica que tenía dentro ha mostrado su faz (oish cada día soy más redicho) ha comenzado a gritar como una posesa y la madre de los niños en un arranque de solidaridad le ha pasado el catalejo de sus hijos.
La niña se ha entretenido aproximadamente medio minuto con el catalejo antes de comenzar a golpearlo contra el banco y de (por supuesto) cargárselo, espectáculo al que ha asistido el niño mayor, y propietario original del catalejo con profunda tristeza en su rostro. La madre de la niña, ha intentado recomponer el catalejo y se lo ha devuelto al mayor, en ese momento el cura, que es nuevo, ha notado el ajetreo, se ha visto incapaz de controlar la situación y ha dicho: “Voy a sentarme un momento y ahora continúo!” increíble, el cura se ha sentado, lo raro es que no se haya pirado… La niña privada de catalejo que seguir destruyendo ha comenzado a llorar y la madre la ha cogido en brazos, la otra madre le hacía cucamonas mientras el padre intentaba consolar al mayor de los niños y ha sido en ese momento cuando hemos notado la ausencia del pequeño, justo a tiempo para ver un cuerpo que se deslizaba por debajo de los bancos hacia delante… mi madre no podía más, el señor de al lado la miraba con odio acumulado y yo me he agachado para averiguar adonde se dirigía el pequeño gamberro.

Cuatro bancos adelante una señora ha emitido un pequeño gritito al ver que un niño le salía de entre las piernas, ha sido el momento en el que los progenitores del niño le han echado de menos, el padre ha ido a buscarle y (por supuesto) el niño ha cobrado (y no la extraordinaria precisamente) En ese momento el cura daba la comunión y los padres han aprovechado para pasear a los niños. En medio del barullo hemos oído un llanto creciente… el pequeño volvía llorando desconsoladamente de la mano de la madre. Me he imaginado al cura, rabioso por el boicot que estaba sufriendo, agachado al oído del pequeño y confesándole al oído que los Reyes son los padres… Pero para estas alturas de la feria, ésta ya no era lo que al principio… la madre de la niña había tirado la toalla haciendo mutis por el foro sin decir nada y se fugaba por la puerta de la Iglesia con el motivo de sus desvelos colgado del brazo… El cura ha dado las bendiciones y se ha marchado corriendo a tomarse una tila, yo he cogido por el brazo a mi madre (que seguía descojonándose) y a mi padre (que, metrosexual obseso de la limpieza, no hacía más que repetir: “la gente debió gastar toda la colonia en nochevieja porque huele a chotuno que echa pa atrás”) y he intentado desaparecer de allí antes de que nos cayese algo. Antes de salir he dirigido una última mirada a la familia “feliz”: los abuelos se ponían el abrigo azarosamente, el pequeño seguía llorando en el banco, el mayor intentaba arreglar el catalejo y el padre de los niños le transmitía a la madre un mensaje con la mirada que hemos recibido todos los de alrededor: quiero el divorcio!!! Y me parece lógico, yo también lo querría…

Escrito por Rufi en Momentos a las 2 de Enero 2005 a las 03:17 PM
Comentarios

Si ya lo dice mi madre... tengo que volver a la Iglesia un domingo de estos.

Escrito por Gemita a las 22 de Enero 2005 a las 11:05 AM
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