Lo Nuestro ya es vicio

Obaba: 86 Curvas para ser una buena película

Obaba es el último fruto de esa admirable obsesión que empuja a Montxo Armendáriz a hacer girar su cine en torno a los sentimientos. Una joven estudiante de cine viaja hasta un pueblo escondido, Obaba, para tomar imágenes que luego convertirá en un documental. Ya en el pueblo la protagonista se empapará de las historias de sus habitantes y se irá sumergiendo en los misterios insondables que le convierten en un sitio especial.
La última película de Montxo Armendáriz, adaptación de la novela Obabakoak, de Bernardo Atxaga, ha sido recientemente elegida abanderada del cine español en Hollywood, pero este barco llamado Obaba hace agua por demasiados flancos para ser considerado un film maduro y redondo. Armendáriz fracasa al intentar convertir Obaba en un pueblo mítico, en un personaje más, con entidad propia; después de ver la película, el espectador no siente que se le haya hecho partícipe de los secretos de un sitio especial, porque Obaba no es distinto de los miles de pueblos que salpican la geografía española. Armendáriz fracasa en la estructura del filme, pues Obaba, no sólo no tiene ritmo sino que adolece de tediosos momentos muertos, intercalados con atropelladas secuencias.

Obaba irrumpe de repente, no han terminado todavía los títulos de crédito cuando al espectador ya se le ha advertido: Nos dirigimos a un pueblo hundido en el misterio, un sitio místico al que sólo se llega a través de una sinuosa carretera plagada de curvas (86 para ser concretos) y del que es imposible escapar, porque te atrapa desde el primer momento. Misterio anunciado a bombo y platillo que decepciona porque no existe. El espectador se pregunta ¿Qué hace tan especial a Obaba? ¿Qué le diferencia del resto de pueblos escondidos entre los montes y valles del País Vasco? Nada, una fingida ficción incrustada con calzador entre historias de gentes que habitan una aldea dejada de la mano de Dios.
Armendáriz no consigue cuajar su ambicioso proyecto. Lo que sucede en una película que tiene los sentimientos como pilar central y que no consigue emocionar es, simplemente, que algo no funciona como debiera. Y quizás esto que falla y que afecta a la estructura central de la película es la excesiva ambición con la que ha sido preparada, filmada, presentada y visionada. El espectador paga la entrada deseando reencontrarse con el espíritu de Secretos del corazón pero no es así; en cierto modo esta película debería haberse planteado como aquella, desde la sencillez del que entra de puntillas para susurrar al oído una historia de las que interesan a pocos porque suenan a muchos.
Pero Obaba no es, ni mucho menos, una mala película, lo que le pasa es que apunta muy alto. La Academia la ha convertido en paladín del cine español allende los mares en un año especialmente flojo para nuestra industria y ese es un traje que le queda varias tallas grande. A Obaba le falta un hervor, una revisión a fondo y una cura de humildad. A Obaba le faltan las 86 curvas que recorre su protagonista antes de llegar al pueblo para ser la película que pretenden vender que es.

Lo mejor de Obaba… son sus actores, especialmente Pilar López de Ayala, que transmite a la perfección la desesperación del que se siente sólo a pesar de estar rodeado de gente y Eduard Fernández, brillante personificación de la locura.
Lo peor de Obaba… que pretenda, con la complicidad de la Academia y la Crítica, ser más de lo que es.